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LQR - La propaganda
de cada día
de Eric Hazan
144 páginas, formato 135 x 190 mm,
encuadernación rústica cosida
PVP: 12 euros (IVA incluido)
ISBN: 978-84-935829-0-6
Las
palabras, las expresiones que repiten un día tras otro nuestros
políticos, nuestros «creadores opinión», esconden un significado
ideológico, una voluntad social que pocas veces se confiesa. Eric Hazan
desentraña aquí ese lenguaje oculto y cotidiano.
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Páginas
interiores
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Cada día
acechan cientos de mensajes en una lengua nueva. Nadie la habla en la
calle ni la utiliza al charlar con los amigos. Y pese a todo, consigue
colarse en los carteles del metro, insinuarse en la radio, exhibirse en
los periódicos. Eric Hazan la ha bautizado LQR, Lingua Quintae
Respublicae, por su adaptación en la Quinta República francesa de
nuestros días, pero la LQR trasciende con mucho aquellas fronteras: es
la lengua preferida por los políticos, economistas y publicistas
occidentales; la lengua del Nuevo Orden; la lengua que emana de Bruselas
y de los «laboratorios de ideas» liberales.
Con ella han llegado los «excluidos» por la «modernidad», las rimas de
«islamismo» y «terrorismo», la «gobernanza» de la «mundialización», la
«sociedad civil» con su «diversidad» y sus «valores democráticos», la
exaltación del «ciudadano», aunque sea de «orígenes modestos»...
Puede que la LQR sea el vehículo de la propaganda actual, pero a
diferencia de otras propagandas del pasado, nadie la controla desde
organismos de seguridad, sino que evoluciona bajo una especie de
darwinismo semántico. Con ella se intenta dar un barniz de
respetabilidadad al racismo ordinario, asegurar la apatía, predicar el
multi-todo-lo-que-quieras siempre que el orden liberal no se vea
amenazado. Es un arma posmoderna, muy bien adaptada a estas condiciones
«democráticas» en las que ya no es cuestión de ganar la guerra civil
sino de escamotear el conflicto, de volverlo invisible e inaudible. Y
como un prestidigitador que terminara su número desapareciendo bajo su
propio sombrero, la LQR consigue extenderse sin que nadie, o
prácticamente nadie, parezca darse cuenta de sus avances –sin tan
siquiera hablar de denunciarlos–. Lo que aquí sigue es una tentativa de
identificar y descifrar esta nueva versión de la banalidad del mal. |
Eric Hazan es uno de esos personajes que
parecen gozar de varias vidas: en su caso han transcurrido desde la
cirugía hasta la edición, pasando por la traducción y sin dejar nunca de
lado un intenso compromiso político. En la década de 1950, mientras
cursaba estudios de medicina, participó en las redes clandestinas de
apoyo al FLN argelino y, lograda ya la independencia, prestó su
colaboración como médico para intentar paliar el vacío sanitario dejado
por la administración colonial. De nuevo en Francia, dirigió una unidad
de cirugía durante varios años y, a principios de la década de 1970,
participó en la creación de una asociación médica franco-palestina que
le condujo hasta un Líbano en guerra. En 1983 dejó la medicina para
hacerse cargo de la editorial de arte fundada por su padre. A finales de
siglo, diferentes problemas financieros le obligaron a venderla al mayor
grupo editorial francés y en 1998 fundó una nueva editorial
independiente junto a varios amigos: La Fabrique, donde ha publicado
obras de Jacques Rancière, Edward Saïd y André Schiffrin, entre otros.
En 2002 sumó una nueva vida a su ya dilatado bagaje: la de vida de
escritor. |